Conseguir nuestros objetivos económicos es cada día más y más complicado. El paradigma ha cambiado y el que lo vio venir y lo asumió ha resistido incluso ha avanzado y crecido. Ya no es cuestión de ser el más grande (y en realidad nunca lo ha sido). Hay que producir a tiempo, vender calidad, asegurar esa calidad, comprometerse más que nunca con el cliente, y sobretodo ser camaleónico con nuestro producto. La época de “yo solo hago esto de esta manera” ha pasado y el “vamos a darle una vuelta y encontraremos una solución” ha llegado para quedarse.

En realidad, no es nada nuevo, es lo que siempre debió ser, y sin duda es otra de las muchas fases por las que la industria ha pasado, pasa y pasará. Lo que sí que está claro es que las reglas del juego han cambiado y son con las que hay que jugar ahora.

Diseña rápido y diseña bien.

Han tenido que pasar muchos años y una crisis demoledora para que muchos empezasen a valorar lo que realmente les aporta el diseño a sus empresas. Algo que todos los profesionales del sector hemos reclamado constantemente… algo que lleva décadas instaurado en el tejido empresarial y social de incontables potencias industriales.

Diré una vez más eso que cualquier profesional del diseño ha aprendido y conoce… “Diseñar no es una actividad, es una actitud”. Y que por las circunstancias las empresas se han empezado a dar cuenta. El diseño ha de estar presente no como una fase previa a la producción, marketing, venta, etc…. El diseño es la actitud que a partir del desarrollo de un producto unifica todo el ciclo de vida del mismo.

Cada vez hay que diseñar más rápido, generar más propuestas concretas, adaptar nuestros diseños constantemente, mejorarlos, innovar en ellos… esto tampoco es nuevo, pero la realidad es que muchas empresas no pueden asumir en sus estructuras la vertiginosa velocidad a la que es necesario generar diseño. Por poner un ejemplo, ya a comienzos de los 2000 los diseñadores de las marcas japonesas de móviles presentaban a valoración 3 propuestas nuevas de dispositivos al mes. Según los últimos datos de sector en este país esa cifra se ha multiplicado por 10 en la actualidad, no siendo la nación que más mercado genera en este segmento.

Es necesario reforzar la estructura de creación de ideas. No basta con tener unos buenos diseñadores o apoyarse en algún diseñador de renombre. Hay que pautar y tener un flujo contante de ideas nuevas sobre nuevos y antiguos productos. Debe de ser algo que sea innato en la empresa y ha de ir a buscarlo allí donde se ofrezca. Hay que recordar la máxima que dice “Si siempre haces lo mismo, siempre obtendrás lo mismo”.

Diseñar no es dibujar

Jim Glymph decía que “si plasmas una idea demasiado pronto y sin hacer el insight sobre el problema, te enamoraras de ella y crearas un vínculo que te será complicado deshacer para encontrar mejoras” Esto es unos de los flecos que también les queda por asumir a diseñadores y empresarios. Implantar un arma tan poderosa como el diseño puede volverse contra la propia empresa si no se usa bien, de igual forma que lo puede hacer implantar un ERP. Puede llevar a la empresa a la perdida de agilidad y competitividad bajo la falsa creencia de que se están haciendo las cosas bien.

Si el diseño se inicia en dibujos y esbozos y no se ha estudiado correctamente lo que ha de aportar o solucionar, el éxito del producto dependerá simplemente de la suerte. A fin de cuenta de lo que se trata es de diseñar experiencias que resuelvan el problema completo, no solo productos.

La ingeniería del diseño es aquella que analiza los problemas/requerimientos que ha de resolver/presentar el producto, analiza la empresa, analiza al equipo de trabajo y en conjunto crea una manera de generar diseño como valor en la empresa. La ingeniería en diseño es un valor que se adquiere y que no necesariamente va ligada al Styling de productos que es lo que lamentablemente se malinterpreta como diseño.

Un ejemplo muy sencillo de lo que hablo es saber si la empresa tiene tabulada una metodología de diseño que contemple toda la casuística que ha de plantear para iniciar la concepción de sus diseños similar a la que se muestra a continuación:

Estas consideraciones no son excluyentes entre sí, y es posible generar una gradación. Ambas decisiones son viables y pueden coexistir sin mayor problema. Pero la cuestión es si se hace este planteamiento inicial a la hora generar cada producto nuevo o por el contrario se pasa directamente al lápiz…

Insisto en que esto es solo un ejemplo, hay gran número de consideraciones que hay que plantear, decidir y resolver antes de coger ese lápiz….

En resumen y por concluir, el diseño es necesario e imperativo, pero ya no solo basta con asumirlo, complementarlo y actualizarlo es vital o se oxidará y no solo no será útil para la empresa, sino que la condenará. El diseño es como un corazón nuevo… requiere de un mantenimiento y un control ya sea interno o externo para que bombee sangre limpia y oxigenada… si no se oxigena esta sangre con el oxígeno del exterior la cosa empieza a ir mal porque siempre recircula lo mismo y no aporta nada nuevo.